jueves, 14 de febrero de 2008

Leyes Ghalitianas: Lo que todo visitante de Ghalit debe saber.

Todo visitante de Ghalit debe saber que:

- Le será exigido el registro al entrar en la ciudad, durante el cual deberá alegar que NO es un ladrón de galletas ni tiene intención de serlo, y que sólo tomará en Ghalit galletas que haya comprado, recibido o que llevara ya en su equipaje durante este registro.

- Las galletas en Ghalit son sagradas. Queda prohibido el trafico ilegal de galletas, la confección de galletas con materiales no autorizados por la Doncella de las Galletas, el robo de galletas y todo aquello que pueda perjudicar tan exquisito manjar. Asimismo, el simple hecho de tirar una galleta a la basura o pisar una galleta del suelo puede ser motivo de dura multa.

- Se aconseja a los visitantes de Ghalit unirse, aunque solo sea temporalmente, a la asociación APCAC (Asociación Planta un Conguito por Cada Árbol que Comas) que les convertirá en visitantes dignos de honores dentro del territorio ghalitiano, siempre que los visitantes merezcan conservarlos.

- Todo visitante deberá presentarse ante el Príncipe Indarik o la Doncella Calitina si pretende permanecer en Ghalit más de 3 días. Para ellos se dirigirá a la ciudad de Ghalitian o a la entrada de Ghalit, dependiendo de cuando decida presentarse ante las autoridades. Ambos regentes residen en la ciudad y visitan a diario la entrada de la región.

-Los visitantes de Ghalit estarán autorizados a visitar cualquier parte de Ghalit, incluido el Santuario de la Galleta, pero queda terminantemente prohibido tratar de tocar/probar la Gran Galleta, sus migas o las galletas que de ella crecen bajo pena mínima de expulsión total y permanente del Santuario.

-Quedan autorizados los visitantes a participar en las Fiestas de la Galleta como un ghalitiano más, comprometiéndose siempre bajo las reglas que rigen a los ghalitianos durante las fiestas; o a colaborar en ellas haciendo aquellos trabajos que los ghalitianos tienen prohibido hacer. La ayuda a los ghalitianos será pagada mediante un lote de galletas horneadas por la misma Doncella de las Galletas.

**Quebrantar o prenteder quebrantar estas leyes puede ser motivo de juicio bajo pena económica o militar**

Fmdo.

Indarik y Calitina Hornea. Príncipe y Doncella de la Galleta, respectivamente.

Leyes Ghalitianas: Lo que todo buen ghalitiano debe saber.

-Todo ghalitiano deberá rendir homenaje y culto a la Gran Galleta.

-En Ghalit, todos los ciudadanos son iguales, desde el Príncipe hasta el más pobre ciudadano. Sin embargo, por razones de administración y buen funcionamiento de la sociedad ghalitiana, el ejército estará bajo el poder y protección del Príncipe de la Galleta y todo decreto publicado por él será Decreto Ley y deberá ser obedecido. No obstante, de ser tal decreto una injusticia podrá apelarse contra él por medio de la Doncella de las Galletas, su hermana, quien tendrá la obligación de llevar a cabo la apelación aun sin estar de acuerdo con ella.

- En Ghalit las galletas son sagradas. Se considerará un crimen atroz impedir que una galleta pueda ser comida o tirar una galleta que todavía se pueda comer a la basura. Se considerarán crímenes menores aquellos que estén relacionados con haber horneado mal una galleta o haber ofrecido una galleta de mala calidad a otro ghalitiano. La base de la alimentación ghalitiana serán las galletas de todo tipo, que podrán ser intercambiadas, vendidas o regaladas a otro ghalitiano o miembro de cualquier raza que lo merezca.

-El pueblo de Ghalit cosiderará motivo de guerra el robo por parte de cualquier miembro de otra raza de UNA o más galletas. No obstante, los ghalitianos se comprometen a ser pacíficos si esta situación no se da.

- Las fiestas oficiales de Ghalit serán las Fiestas de la Galleta, que se llevarán a cabo en la ciudad siempre que el príncipe o, en su defecto, su hermana lo consideren oportuno. Durante las fiestas estará prohibida la consumición de todo sólido que no forme parte de una galleta. Las fiestas tendrán como mínimo 3 días y como máximo 1 mes de duración, y estará prohibido durante éstas cualquier acto que implique el no descanso de los ghalitianos, siendo contratados durante este tiempo miembros de otras razas para trabajar por ellos en aquello que sea indispensable.

- Las riquezas del pueblo de Ghalit procederan del comercio con las galletas y serán administradas única y exclusivamente por Calitina Hornea, Doncella de las Galletas; que no podrá negarse, a menos que haya peligro de bancarrota, a ayudar a cualquier otro ghalitiano con problemas económicos.

-Queda terminantemente prohibido para cualquier ghalitiano que se precie subir a las montañas Horno, dónde se encuentran las Cuevas, pues vive en ellas el mítico Monstruo de las Galletas, nunca visto. Las leyendas cuentan que fue él quien creo la Gran Galleta para que nadie lo molestara y si alguien se atreviera a perturbar su tranquilidad dejaría el mundo sin galletas.

-Las puertas de Ghalit permanecerán abiertas de forma permanente a menos que sea iniciada una guerra. Aun así, todo guardián de las puertas deberá cercionarse antes de dejarlo pasar de que el individuo entrante es de fiar, es legal, y no es un ladrón de galletas. De dejarse pasar conscientemente a un ladrón de galletas al principado el soldado causante del crímen sería juzgado y, salvo excepciones, pagaría por él con el exilio.

-Todo ghalitiano debe saber que se considerará una ofensa de la peor calaña la poca puntualidad sobretodo siendo una comida con galletas de por medio el lugar al que se debe acudir. Durante siglos, familias amigas de toda la vida en acabado sin soportarse por ofensas de este tipo.

Fmdo.

Indarik y Calitina Hornea. Príncipe y Doncella de la Galleta, respectivamente.

Leyes Ghalitianas

Las leyes ghalitianas las promulgan Indarik, Príncipe de las Galletas, o su hermana Calitina, Doncella de las Galletas. Son de obligado cumplimiento por parte de sus súbditos y compañeros ghalitianos y pueden ser alteradas sin previo aviso. Obligación de los ghalitianos es estar siempre al día de las leyes que gobiernan Ghalit.

Las leyes también pueden ser enunciadas por Dalina, hermana de Indarik y Calitina. Pero las leyes firmadas por Dalina perderán su validez al cabo de 6 meses si no han sido firmadas antes por alguno de sus hermanos.

martes, 8 de enero de 2008

Calitina Hornea

Y... aquí tenemos a la inigualable Calitina!!!!

Calitina fue sin lugar a dudas mi mejor personaje en Neibrenne, al menos para mí. Calitina Hornea. Ghalitiana de toda la vida. Princesa de las Galletas de Ghalit, hermana de Indarik, Príncipe de las Galletas. Ghalitiana de pura cepa... y con las ideas claras. Lo que más disfruté con Calitina? Cantarle las cuarenta a Rialath en el consejo... =P

Aquí su ficha. Y a continuación otro pequeño parón para que podáis gozar de las leyes Ghalitianas y la pequeña historia que no llegué a acabar de desarrollar.

Nombre: Calitina

Apellido/s: Hornea

Edad: 16

Raza: Ghalitiana

Habilidades especiales: Es capaz de crear las galletas más sabrosas de todo Ghalit y, siendo la única autorizada para hacerlo, usa para ello migas de la Gran Galleta de modo que las galletas que ella cocina tienen cualidades curativas que solo ella conoce.

descripcion fisica: Bajita incluso para su raza, delgada y con manos enórmemente pequeñas, junto con sus alas de mariposa azul marino y su siempre constante sonrisa en el rostro, parece un hada salida de los cuentos de antes de la llegada del Supremo Señor de las Galletas (SSG).

Caracter: Despreocupado a más no poder. A menudo "olvida" sus responsabilidades como Doncella de la Galleta y parte de incógnito en busca de codiciadas aventuras. Siempre sale como voluntaria para viajar a la ciudad como representante de su pueblo con la sola finalidad de escapar de casa un tiempo, aunque siempre debe ser acompañada por algun ministro ghalitiano para asegurarse de que no se "pierde" por el mercado en lugar de asistir al lugar al que ha sido llamada.

Breve historia: Descendiente directa del SSG por parte de padre, ocupó el lugar de Doncella de las Galletas al jubilarse su tía. Este trabajo fue una pesadilla para ella hasta que, tras la muerte de su padre, su hermano ocupó el lugar del progenitor como príncipe de Ghalit, pues éste le permitía más margenes de movimientos otorgándole tanta libertad como él poseía. No tardó su hermano en lamentar esta decisión, pues Calitina tiene la costumbre de desaparecer sin avisar aun cuando la ceremonia de la mayoría de edad de algun ghalitiano la espera. Cuando esto pasa, ocupa su lugar su hermana menor, Dalina, kien tiene potestad para otorgar la mayoría de edad temporal hasta que Calitina firme los documentos oficiales. Esta medida meramente administrativa es de gran importancia para los ghalitianos, que a pesar de tachar de incompetente a su Doncella de las Galletas, la veneran y no la cambiarían por nadie.
A Calitina, desde que su hermano subiera al trono, no le molesta su trabajo, aunque ansía la libertad hasta el punto de amenazar a su hermano con escaparse prontamente dejando al cargo a la pequeña Dalina hasta su vuelta; amenaza que nunca ha sido tomada en serio por el príncipe, que concede los caprichos a su hermana consciente de que ello la mantiene en perfectas condiciones para continuar cociendo las galletas más buenas probadas en Ghalit jamás.

sábado, 5 de enero de 2008

Madame Nemârie, tabernera de El Barril Dorado.

Siguiendo con personajes ya más conocidos encontramos a Madame Nemârie. Empezó siendo tabernera del puerto de Calaonti y acabó siéndolo de la taberna "El Barril Dorado" de la ciudad de Alasia, en Neibrenne. Sin duda esto debe sonar más a la gente porque la mayoría de mis amistades actuales han surgido tras la fundación de Neibrenne... (y, además, dos de ellos eran cofundadores, así q... -.-' ... saludines Lau y Mafÿ! =P).

La mayoría de las intervenciones de Madame Nemârie pueden leerse aquí. A continuación, la ficha de personaje que le hice en su momento.

Nombre: Nemârie, más conocida como Madame Nemârie

Apellido/s: desconocidos

Edad: 20 años

Raza: humana

Habilidades especiales: Ninguna excepto gracia para servir, entablar conversación con forasteros y hacer negocios con kenders.

descripcion fisica: Alta, no muy delgada, pero tp gruesa; de apariencia jovial y alegre. Sus ojos marrones siempre tienen un brillo de felicidad la razón del cual cuesta adivinar, y sus manos desgastadas y nada finas, muestran su continuo trabajo diario desde que tiene uso de razón.

Caracter: Jovial y despreocupado. Tantea siempre el terreno antes de mostrarse como es, aunque toma confianza con rapidez.

Breve historia: Nació en la ciudad y allí se crió. Su madre murió al dar a luz. Habiendo muerto su padre acabados de cumplir 19 años, se hizo cargo de la taberna manteniendo el nivel que su padre había impuesto y elevando su calidad hasta convertirla en la de mayor fama de la ciudad. Adora conocer gente nueva y la taberna y como hacer aumentar su negoció es su pasión.


Eso era lo que pretendía ser el personaje en un inicio... en realidad era un personaje que no debía moverse de Alasia y debía estar para controlarlo todo... bien, acabó por no ser así. Se enamoró de Töhl Mâen y cuando éste la dejó para ir a... cumplir su destino... pues la tabernera abandonó Alasia para ver mundo... y acabó en el bosque de Nalharing entre bichos raros... y ahí Neibrenne murió por tercera vez y decidimos abandonarlo definitivamente... estaba escrito q ese foro no tenía futuro ^^'.

lunes, 24 de diciembre de 2007

Historias de Elêth Niramar IV

Estos dos serán los últimos de Elêth Niramar. Una historia de vida y una carta de despedida para cuando acabaron los clanes. ^^


Un dolor atroz en la espalda... y luego… el contacto de sus rodillas con el suelo, la caída de su cuerpo contra el duro suelo… luego todo negro.

Era lo último que recordaba de la batalla. Más bien lo único, pues no recordaba lo que había pasado en ella.

Elêth abrió los ojos durante un instante… no reconocía el lugar… debía ser un campamento improvisado en el bosque… eso era lo que Darlak le había dicho que harían…

Se encontraba en una tienda construida con torpeza… seguramente con prisas… desde su posición parecía que la lona iba a caerle encima a la menor oportunidad… a la menor ráfaga de viento… quizá fuera lo mejor. No se encontraba nada bien. Pero no era la herida lo que le producía tal malestar… sino el sueño que había tenido… sabía que era el sueño quien le producía el malestar… pero no podía recordarlo.

- ¡Mirad! Parece que ha despertado…

La dúnadan oyó que alguien hacía el comentario… pero oía las voces lejos… muy distantes… a pesar de saber que estaban a su lado… no hizo caso del comentario… sólo se limitó a observar la blanca lona que le tapaba la vista del cielo…

Entonces, las imágenes de las personas que más apreciara aparecieron sucesivas en su mente… Celeval… Rialath… Darlak… se preguntó si estaría bien, su capitán, puesto que no sabía si habría conseguido salir sano de la batalla… a la imagen de Darlak siguió la de Sonyariel… embarazada y al pie del cañón… admiraba y compadecía a su amiga en partes iguales… igual que a Vanadessë…

- ¡Elêth para! Te vas a caer… -decía su voz, allá a lo lejos.

- Venga Vana… no seas aguafiestas… se trepar… mira…

Una niña de no más de 10 años de edad observaba risueña a su amiga elfa desde lo alto de un árbol, al que había subido desobedeciendo toda regla que le había sido impuesta.

- Elêth si te caes no vengas llorando luego… -la regañaba Vanadessë mientras se hacía la enfadada.

- Oh, Vana… pareces el abuelo… No hagas esto… no hagas lo otro… me gusta trepar –decía resentida la dúnadan. –Además, saltarse la regla es divertido… no lo has hecho nunca, ¿tú?

(…)

- Elêth… ¿sabes? Me… me enamoré… Se… se que no te va a gustar la idea pero…

Ahora la imagen había cambiado… Vanadessë miraba con miedo a su amiga humana mientras intentaba buscar las mejores palabras para explicarle su situación… Elêth, ya adulta, la miraba sin conseguir comprender la situación. ¿Cómo se suponía que debía tomarse aquello? ¿Debía alegrarse por su amiga? ¿Debía decirle que aquello era una locura? ¿Debía decirle que si seguía por aquel camino sería acusada de traición? ¿Cómo se le había ocurrido enamorarse de un oficial enemigo? Y encima embarazada…

Había sido todo culpa del chico, sin duda… Hathol la había engañado… seguro… y ahora… y ahora su amiga corría el riesgo de ser tratada de traidora… de pasarlo muy mal… No se lo perdonaría, el chico no merecía perdón…

Entonces la imagen cambió… todo se volvió oscuro, y, de pronto, Elêth se encontró en el mismo bosque en el que suponía que debía estar el campamento… Se encontraba encima de un árbol, como cuando era pequeña, dejando pasar el tiempo, ajena a todo, pensando en sus cosas… y completamente feliz.

Una sombra apareció entonces ante sus ojos. Una elfa encapuchada avanzaba con sigilo por el bosque, con rumbo fijo. Elêth la reconoció al instante, le habría sido imposible no hacerlo, después de tantas escapadas nocturnas en su infancia…

- ¡Vana! ¿Qué haces aquí?

- Shh… ¡no digas nada Elêth! Es mejor que no lo sepas… No te preocupes…-decía la elfa de forma misteriosa.

- Qué cosas tienes… como no voy a… Vanadessë me estás asustando…

- No te asustes, no te preocupes, no te… -antes de que pudiera acabar las dos oyeron el sonido de alguien que se acercaba. –Cuídate mucho, niña –le dijo la elfa antes de volver a caminar, con prisa, confundiéndose entre los árboles.

Elêth la siguió, y pronto, para su sorpresa, comprendió lo que pasaba. Vana se había detenido en un claro del bosque… donde la esperaba alguien… alguien a quien Elêth había visto en contadas ocasiones, por no decir ninguna… pero a quien reconoció de igual manera… El culpable de que le tocara separarse de su amiga de siempre… aquél que se la estaba robando…

Con lágrimas en los ojos, Elêth dio la vuelta para marcharse… mas en aquel instante se oyó un grito. Alguien acusaba de traidora a Vanadessë… una flecha silbó cortando el aire… y fue a clavarse en su amiga… Lágrimas en los ojos nublaron la vista de la dúnadan… que, cuando recuperó visión, se encontró con su amiga elfa en brazos, bajo un cielo negro… en una noche sin luna.

- Elêth, pequeña… lo siento… -decía Vanadessë mientras su vida se escurría por la herida.

La dúnadan levantó la mirada con ira, y miró a los ojos a aquél que consideraba culpable de su muerte… su clan la había herido en batalla… y ahora por su culpa perdía a la que había sido su mejor compañera en la infancia…

Fue entonces cuando Elêth fue consciente de que aquello no era más que un sueño. El cansancio le había vencido de nuevo. Respiró tranquila, abrió los ojos y volvió a encontrarse bajo la lona… No sentía el brazo… y el vendaje le llegaba hasta el pecho… le era difícil moverse, pero aquella cama la agobiaba… se levantó y se dirigió al exterior, al bosque… sin un rumbo fijo…

Y entonces siguió el mismo camino que siguiera Vanadessë en su sueño…. Porque su amiga había muerto, y no había otro culpable de ello que aquel que se había apoderado de su corazón. Merecía la muerte. Vana debía ser vengada y lo haría ella.

En el claro se encontraba la persona que buscaba. En el mismo claro del sueño. La miraba con una risa tétrica… como burlándose por haber ganado la batalla… en el suelo yacía el cuerpo sin vida de Vanadessë. El chico lo miró y se rió, y aquello sacó de sus casillas a Elêth, que usando el brazo sano, sacó de la bota la daga de la que nunca se separaba y se lanzó contra Hathol clavándosela en el mismo centro del corazón… y mientras lo hacía, oía la risa de Hathol… que se burlaba de ella porque no lo iba a conseguir… porque su acto iba a ser inútil… porque había hecho algo absurdo y sin razón de ser… Y entonces, comprendiendo de pronto lo que Vanadessë le había explicado cuando le contara su situación… se arrepintió de lo hecho e intentó sacar la daga… Su amiga apareció tras su espalda y comenzó a hablarle enfadada, triste…

- Elêth me decepcionas… yo… pensé que tu lo entenderías… -decía mientras, desesperada, Elêth intentaba sacar la daga.

- No, pero… sigue vivo… te aseguro que sigue vivo… lo oí reír…

- ¿Qué dices? Lo mataste Elêth… lo has matado y a mi me has traicionado… creía que podía confiar en ti… y tu mataste al hombre al que amo…

- No Vana… te aseguro que yo no quería… no quería… -decía Elêth entre lágrimas. –No quería… yo no…

Y entonces de nuevo el mundo se desvaneció…

- ¿Elêth? Elêth, ¿estás bien?

La dúnadan abrió los ojos y se encontró con el rostro preocupado de su capitán.

- Yo no quería… -dijo ella entre lágrimas, aun sin saber si seguía soñando o ya había despertado de su pesadilla. –No quería…

- ¿De qué estás hablando? Elêth, estás loca… ¿Cómo se te ocurre salir de la cama en tu estado? ¿Voy a tener que atarte a la cama para que guardes reposo? ¡No vuelvas a hacerlo! –La voz de Darlak sonaba preocupada, a la vez que furiosa… -Te lo digo en serio Elêth, ahora vas a volver a la tienda… y vas a permanecer acostada tanto tiempo como te sea mandado… y es una orden. No vuelvas a salir de excursión en este estado… es peligroso… más estando en territorio enemigo…

Elêth asintió con la cabeza… pero no escuchaba… estaba ida… y las lágrimas caían por su cara de modo ininterrumpido…

- ¿Te pasa algo? –preguntó Darlak, ya preocupado. Hizo una señal a los soldados que lo habían acompañado en su búsqueda a la dúnadan para que los dejaran solos…

- Yo no quería… no quería matarlo… no debí haberlo hecho… -repitió Elêth, poco consciente de la realidad.

- ¿Matar? ¿Tú? ¿Cuándo? ¿Ahora? Elêth no te ofendas… pero una daga… manejada por una persona enferma… hace poco daño en un árbol viejo…no creo ni que traspasara la corteza… -dijo con una sonrisa mientras cogía la daga y la devolvía a su dueña. –No te preocupes, no has matado a nadie… el árbol está bien –dijo mientras ayudaba a levantarse a la dúnadan y empezaban a regresar al campamento.

- Un árbol… no era al árbol a quien yo… ¿Y Vanadessë? –dijo acordándose de los reproches de su amiga.

- ¿Vana? Pues ha llegado antes al campamento… de hecho, nos dimos cuenta de que no estabas cuando ella y Sonya fueron a verte… ¿Creías haber matado a Vanadessë?

- No, yo… -entonces un dolor atroz en la herida le hizo tener que apoyarse más en Darlak para no caer…

- Debió ser una pesadilla… -dijo su capitán mientras miraba el vendaje de la herida. –No me gusta el aspecto de esto… creo que se te está infectando… vamos a volver ya para que te lo curen y… vas a portarte bien y a no moverte de la cama hasta que eso pase, ¿entendido?

Cansada, Elêth asintió con la cabeza… casi no había prestado atención a lo que le decía… pero se había tranquilizado… todo aquello no había sido más que un sueño… menos mal…

Al llegar al campamento, se sintió abrazada al instante por Sonyariel.

- ¿Dónde estabas? ¡No nos des esos sustos niña desagradecida! Encima que venimos a verte…

Elêth la miró agradecida por el abrazo, y buscó con la mirada a Vanadessë. Estaba sonriente, no la odiaba… claro, se dijo Elêth, no tenía razón para odiarla… y tenía intención de que aquello siguiera siendo así… Las dos mujeres acompañaron a Elêth a la tienda y allí se esperaron a que se durmiera. Sintiendo sus sueños velados por sus amigas… Elêth fue capaz de soportar las pesadillas. Todavía tuvieron que pasar varios días antes de que la fiebre bajara… fue entonces cuando desaparecieron las pesadillas y la herida empezó a sanar…



***


¿Quién me iba a decir a mi, Elêth Niramar, que acabaría luchando bajo el mando de otra persona, en tierras lemperianas y junto a amigas de la infancia? Realmente, si me lo hubieran dicho no hace muchos años lo habría negado con firmeza. ¿Yo, siguiendo las órdenes de otros? Yo, que había huido del bosque para no volver a ver elfos… ¿defendiendo las tierras que con su bosque colindan? Yo, que había abandonado a las dos mejores amigas que jamás pude soñar tener… ¿recuperando su amistad? Yo, que lo había abandonado todo… por miedo a sentir cómo se escapaba mi vida entre las manos… ¿recuperando las riendas de la misma? Esto, no hace mucho, era para mí un sueño que no pensaba que se cumpliera jamás.

Podría decir que todo empezó cuando abandoné a mi gente… bueno… ¿mi gente? Sigo llamándoles así, pero… ¿realmente lo son? Me crié entre ellos, sí… me aceptaron como una más… conseguí su amistad y su cariño… pero… pero no era una elfa, y lo sabía. Tampoco ellos me verían nunca como tal. Por esa razón escapé del bosque, ellos nunca dejarían de verme como una niña, pues lo era a sus ojos, y yo necesitaba un mundo que cambiara a la par que yo… pero… mi gente; sigo llamándolos así… pues son mi familia… la única que tuve desde que perdí la mía. Ellos fueron quienes me dieron cariño cuando más necesario me era… fueron ellos, los elfos de los que huí, los primeros que me dieron a conocer la amistad. Fue Celeval, a quien siempre consideraré mi persona más querida, quien me ofreció consuelo cuando necesité llorar, quien hizo de padre cuando necesitaba uno, y de abuelo cuando era eso lo que yo precisaba. Fue él quien no cuestionó nunca mis decisiones, y las aceptó todas y cada una. Celeval… fue mi querido abuelo Celeval el único que no veía en mí una niña sino la joven dúnadan que era, la madura joven que necesitaba un mundo más grande que el bosque que él ofrecía. Me fui para no volver… y sin embargo ahora lo visito cada vez que tengo ocasión… pues ese bosque es mi casa, y sus habitantes mi familia, y ya no me siento ajena a ellos, pues fuera del bosque he encontrado mi lugar, en la ciudad de Mellon Vilya he encontrado un hogar que puedo llamar mío y donde nada tengo que envidiar a nadie.

Fue triste la partida del bosque… pero más triste fue la separación con Sonya. Tanto tiempo juntas… tan grande la amistad… y al final acabamos cada una por nuestro lado… nunca me perdoné sentir que la había perdido, fue por eso que regresé a tierras lemperianas en su búsqueda. Curioso reencuentro el nuestro… preludio de lo que sería una recuperada amistad que ya no perderíamos jamás. Sonyariel… gracias a ella conocí a Darlak, mi capitán y gran amigo… ¿quién me iba a decir a mí que sería el mismo personaje que en su día intentó proteger a mi amiga de una falsa ladrona de ropa quien capitanearía todas mis aventuras siguientes? Supongo que el hecho de que no mucho después sería mi querido capitán el padre del hijo de Sonya debería haberlo supuesto, me parece, pero no lo hice… cuando me enteré de la grata noticia no pude más que sorprenderme… ¿cómo era posible que después de tanto tiempo compartido con ambos yo no hubiera notado nada? Claro, para darse cuenta de las cosas una debe querer darse cuenta… y yo estaba demasiado ocupada pensando en mí misma…

Y si hablamos de mi capitán… no podemos evitar hablar de las escapadas a las que nos llevó. Capi, capi, capi… ¿no aprendiste en Amaurenori que no podemos salir de casa sin que algo nos pase? Pues deberías… lo de Tavarcerta fue ya un suicidio del que no se como conseguimos salir con vida… y aun así soy culpable de haberte seguido en ambos casos… no tengo cura… ¿hace falta que realmente afirme que me muero de ganas de hacer una nueva escapada? Ni siquiera ser secuestrada por supuestos compañeros de viaje es tan duro como soportar las tardes solas encerrada en casa… creo que si no tenemos otra batalla pronto me iré de vacaciones, mi querido capitán. Sí… eso debería hacer… no soporto las paredes que me encierran. Aunque bueno, siempre puedo salvar la tarde jugando con Aratan… ahora que me ha dejado sin brazalete poco tengo que perder… o quizá esta vez gane… quizá… quizá debiera abandonar el juego mientras me queden cosas para apostar. Sí. Eso debería hacer.

Pero bueno, durante las pequeñas aventuras en las que entrábamos siguiendo a Darlak no fueron todo cosas malas… sé que jamás podré olvidar a aquel atractivo oficial de Heren, Rialath, que gobernó mis pensamientos durante todo el trayecto… fue realmente una pena dejar de tener noticias suyas pasada la aventura… pero bueno, la vida seguía y yo tenía batallas que ganar, no fue difícil que desapareciera de mi mente su rostro, al final.

Fue en Tavarcerta también cuando me enteré del secreto de Vanadessë… jamás supe reaccionar a sus palabras… ahora siento que estuve a punto de perder su amistad… por segunda vez. La arriesgué primero cuando abandoné el bosque a pesar de su tristeza… y temí haberla perdido cuando en lugar de apoyarla la juzgué. Siento que fue con eso con una de las pocas cosas en las que supe reaccionar a tiempo… tal vez la única… y fueron necesarias las pesadillas para llegar a ello… si fueron necesarias las pesadillas… ¿es que era mi yo consciente quien no lo quería aceptar? ¿Tal vez envidiaba su suerte? No puede ser eso, pues… no fue suerte lo que tuvo Vana, sino la desdicha de enamorarse de un oficial enemigo contra el que tendría que enfrentar su compañía. No, no fue envidia lo que sentí, simplemente me preocupé por ella de una manera errónea… y doy gracias a Eru por haberme dado cuenta de ello antes de perder su amistad.

Amistad… son la de Vana y la de Sonya, así como la de mi apreciado capitán, a quien tantos dolores de cabeza he traído desde que entré en su compañía; las amistades que más aprecio. Sin ellas mi vida carecería de sentido y, sinceramente, espero no cometer el error de perderlas jamás.

Finalizo ya esta carta, que espero no sea leída mi querido diario, dando las gracias a esta tierra de Lempe Othari, que tras abandonarla me volvió a acoger. Dándole las gracias por permitirme volver, y por ofrecerme esos gratos momentos que he pasado junto a las personas que hoy son las que más aprecio. Jamás me sentí guerrera, jamás me sentí ligada a ningún lugar, jamás pensé que llegaría a obedecer órdenes de nadie, pues de pequeña jamás hice caso de los consejos de mis sabios y queridos elfos. Sin embargo… en tierras lemperianas aprendí a apreciar lo que tenía, lo que había perdido, y lo que estaba por perder. Me siento ahora ligada más que nunca a estas tierras que en su día me vieron nacer. Me siento ahora oficial de la segunda compañía lemperiana, bajo las órdenes de mi capitán, Darlak Lórindol, de quien incluso si dejara de ser mi capitán obedecería cada palabra dicha, aunque no fuera una orden. Me siento ahora miembro de un grupo, perteneciente a un lugar, con un pasado, con un presente, y con un futuro que aun está por ver; y de todas las cosas que hice en esta vida sólo hay una de la que jamás me podré arrepentir, y es de haber aceptado pertenecer a Lempë Othari.

Un saludo:

Elêth Niramar.

domingo, 16 de diciembre de 2007

Historias de Elêth Niramar III

Realmente no es que tenga nada en contra de mis padres... pero me he dado cuenta de que muchos (por no decir todos) de mis personajes han tenido que recurrir a figuras paternas alternativas a falta de las suyas propias... bueno, al menos no me negaréis que todas han tenido una infancia feliz, eh? :P

Bueno, tendré en cuenta ese dato para futuros personajes.

Más cosas... dos historias de vida que van juntas... porque acabé tan mal en aquella batalla, que por cierto perdimos, que me tocó hacer dos.

Elêth no se enteró de cuando había acabado la batalla, y menos aun de cómo lo había hecho. Cuando abrió los ojos se encontró con un techo desconocido. Genial, pensó, ni siquiera sabía donde estaba.

La joven intentó hacer memoria de cómo había acabado todo. Recordaba haber acudido a defender la ciudad y de repente… todo negro. ¿La habían herido? Si era así no recordaba cuando… tal vez no había podido esquivar bien alguna espada… o la habían atacado por detrás. Triste, Elêth desistió en el intento, no lo recordaba. Maldijo su mala suerte. ¿Para qué había servido tanto entrenamiento de pequeña si la herían cada vez que se metía en batalla?

Se incorporó con cuidado, esperando un pinchazo en alguna parte del cuerpo que le indicara dónde la habían herido. Tal vez si la herida no era muy grave podría verla y así averiguar con qué la habían hecho. No pensaba volver a mirar entre ungüentos, además de doloroso aquello le producía nauseas solo de recordarlo. Esta vez dejaría hacer su trabajo a curanderos y curanderas intentando no ver qué pasaba con su herida.

Sorprendida, la joven se puso en pie. ¿Era posible que no le doliera nada? Ninguna herida apareció en su cuerpo cuando se examinó tan a fondo como fue capaz. ¿Cómo era posible eso, es que solo se había desmayado y alguien la había salvado de ser una víctima más de la batalla? Elêth no podía creer eso, ya estaban demasiado ocupados sus compañeros en una batalla que no pintaba muy bien como para encima tener que preocuparse de si ella estaba activa en la batalla o no.

Acabado el reconocimiento, Elêth se sentó sorprendida en la cama, solo había visto una cicatriz reciente, correspondiente a la herida ya curada de la batalla anterior; y varias más antiguas de los años en que había vagado por el mundo. Ninguna lo suficientemente reciente como para ser la causa de su desmayo. O eso… o… ¿tanto tiempo había dormido que ha estaba la herida curada? ¿Tal vez era alguna de las ya curadas que ella creía tener ya?

Nada de aquello encajaba en la mente de la joven. Todo era muy extraño. Y la joven, aun sabiendo que fallaba algo, no conseguía saber qué. Decidió preguntarlo a alguien. Tomó una capa que había sobre el lecho y salió de la habitación con la esperanza de encontrar a alguien que le ayudara a recordar, que le explicara que pasaba. Pero aquello estaba desierto… no había nadie.

¿Nadie? ¿Era aquello posible? Estaba segura de que no había llegado por su propio pie a aquel lugar, ni siquiera sabía donde estaba. Pero si no había nadie… “Quien quiera que sea habrá salido un momento” pensó Elêth esperanzada, ante la idea de tener alguien con quien hablar. Pero se sentó a esperar, y nadie llegaba.

Decidió aventurarse más a investigar y entonces vio una luz. ¡Allí debía estar su salvador! No podía estar en otro sitio. Debía estar allí. Pero cuando llegó vio algo que no habría querido ver nunca. Orcos, una gran campaña de orcos yacían junto a una hoguera en la habitación de piedra y sobre la hoguera, como si de cochinillos se tratara, estaban aquellos que habían sido sus amigos alguna vez. Elfos, hombres y algún que otro enano, íntimos y medio desconocidos, todos estaban allí. Compañeros de juegos, compañeros de batalla, compañeros de viaje, compañeros de charla… Aterrorizada, Elêth lanzó un grito de terror, pues algo le decía que nada podía hacer por sus seres queridos. Fue vista por los orcos en ese mismo instante y ella echó a correr.

Nadie dijo nada, ninguna voz se oyó, pero ella sabía que estaba siendo perseguida. Sin saber como lo sabía, y no podía enfrentarse a los orcos. No podía, no era capaz. ¡Ni siquiera tenia su arco con ella! Y entonces, en un recodo, apoyado sobre la pared, vio el arco. Si tenía arco… quizá pudiera hacer algo. Elêth cogió el arco y se dio la vuelta para enfrentar a sus perseguidores. Vio un árbol cerca y se subió para mirar desde arriba lo que identificó como un laberinto. ¿Estaba, entonces, en un laberinto? ¿Cómo había llegado ella a un laberinto? Siguió con la mirada a los orcos para lanzarles las flechas, y vio como entrando los orcos en una nueva habitación, la cual no había visto antes, y que casualmente tenía techo, salían de ella soldados de las hordas enemigas con las cuales no debía hacer mucho que había luchado. Entonces… aquello significaba que la batalla no había acabado, pues no había otra explicación posible para ello. Empezó a tirar flechas para ayudar a sus compañeros, que debían estar en algún sitio dentro de la batalla…

Entonces la vieron. La joven vio como un ejército de toda criatura viviente, que ya no se parecía en nada al que en un principio había atacado la ciudad, iba hacia su árbol, que se marchitaba al paso del ejército para dejarla caer, igual que su arco y todo aquello que fuera de madera alrededor, dejándola a ella indefensa ante criaturas que iban a acabar con su vida con toda seguridad. Pensó en huir, pero entonces descubrió que se encontraba entre cuatro paredes, en una habitación enorme, pero sin salida… y entonces todo se volvió negro.

Bajo la ciudad de Mellon Vilya, en túneles que jamás se pensó que serían utilizados, un joven soldado de la compañía yacía junto al lecho de la joven, que deliraba entre pesadillas. Al darse cuenta de los sudores que empapaban el rostro de Elêth, el joven soldado comprendió que el estado de su compañera había empeorado y mandó llamar a uno de los pocos curanderos que habían sobrevivido al saqueo. Éste apareció atolondrado, y algo malhumorado, pues ya había visto a Elêth y la había curado, alegando que solo el descanso y la bondad de Eru podrían salvar ya a la joven.

Pero hasta el curandero se estremeció al ver a la joven retorciéndose de dolor entre pesadillas y sudores. Olvidando instantáneamente y por completo su enfado, untó de nuevo la herida de la joven con los ungüentos que podrían aliviarle el dolor y ayudar a cicatrizar a la profunda herida y le dio a beber un brebaje que debía ayudarle con las pesadillas.

- Deberá tomar una taza cada cierto tiempo –dijo al soldado que tenía como misión velar por ella. –En cuanto la veáis intranquila dadle de nuevo un trago. Si se inquieta como ahora la taza entera. Eso debería calmarla, pero si no lo hace deberéis llamarme. Sobretodo, no debe quedarse sola –advirtió el curandero al joven soldado. –Ahora debo marcharme, el capitán Darlak precisa también de mis cuidados. Ha sido esta una dura y triste batalla para la ciudad… no imagino como conseguiremos reponernos –dijo el curandero, para sí más que para nadie más, mientras se alejaba triste de la habitación.

Sin saber que decir, el soldado miró de nuevo a Elêth, que tras haber recibido los cuidados del curandero dormía plácidamente, ajena a todo.



***


La recuperación de la joven dúnadan fue lenta y costosa, pues bastante graves eran las heridas que le habían hecho en batalla. No obstante, varios días después de la batalla, la joven despertó, para alivio del curandero y también del joven soldado, compañero suyo de batallas, que había velado por su salud durante todo el tiempo.

- ¿Dónde… dónde estoy? –preguntó la joven que ni siquiera recordaba las muchas pesadillas que la habían atormentado.

- Bajo Mellon Vilya –contestó Darathar, pues así se llamaba el soldado.

La joven, que no esperaba respuesta, se sobresaltó.

- ¿Qu… qué diablos haces tú aquí? –preguntó, todavía sin reponerse.

- Intentar que no mueras –dijo el otro con sorna, alegre al mismo tiempo de que Elêth hubiera despertado.

- Oh… vaya… pues… muchas gracias. Eh… esto… ¿Qué ha pasado?

- Perdimos la batalla. Hubo muchas bajas… -contestó el otro tristemente. –Por suerte yo conseguí salir con vida… y tu también, aunque he de confesar que cuando te vimos tirada en el suelo entre tanta sangre casi te damos por muerta.

- Vaya… yo… esto… ni siquiera recuerdo cómo pasó –dijo avergonzada, intentando en vano incorporarse. Un dolor intenso la traspasó de tal forma que no notó de dónde provenía, ni siquiera quería saberlo. Al verla estremecerse de dolor, Darathar se apresuró a ayudarla, consiguiendo por fin que la dúnadan quedara medio inclinada, en una posición más cómoda sobre el lecho. –Gracias, odio no ver más que el techo.

- No… no hay de qué… esto… llamaré al curandero –dijo el joven, eludiendo todo aquello que pudiera estar relacionado con la batalla. Acto seguido desapareció por la puerta y Elêth quedó sola.

La dúnadan hizo un esfuerzo por recordar algo… pero nada le vino a la mente. No sabía dónde acababan sus recuerdos y empezaban lo que había imaginado. No sabía cuántos de sus recuerdos eran reales y cuántos eran fruto de los sueños y pesadillas que había tenido… y sin embargo, a pesar de saber que había tenido pesadillas, no recordaba ninguna con nitidez… era como si se hubieran esfumado dejando tras de si el sentimiento desconcertante que aterraba a la dúnadan tanto o más que la pesadilla en si.

Intentando apartar de su cabeza tal sensación, se preguntó qué habría sido de sus compañeros soldados… y de su capitán… habría salido ileso Darlak? Teniendo en cuenta su destreza y la suerte que solía tener… pero… La dúnadan negó con la cabeza, esperaba que se encontrara bien, pero de nada servía preguntarse nada. En su interior no encontraba las respuestas, y estaba sola. Sola… a pesar de saber que Darathar volvería de un momento a otro con el curandero Elêth no podía evitar sentirse así.

Por su parte, Darathar recorría los sombríos subterráneos en busca del curandero. Éste había pasado por la habitación de la joven cada noche, y desde el primero hasta el último día había dado orden clara de ser avisado si recuperaba la joven el conocimiento. Darathar no conocía los pasajes, ni siquiera sabía por dónde buscar. No se había movido de la habitación de Elêth desde que la trajera del campo de batalla, herida y al borde de la muerte, de modo que se sobresaltó al ver salir una figura de un pasaje que se cruzaba con el suyo.

- ¡Alto joven! O conseguirás que uno de los dos se lastime… y no me gustaría que fueras tú –dijo la voz de aquél que había estado a punto de chocar con Darathar.

A Darathar se le antojó conocida. Levantó la cabeza con cuidado y vio ante él a la anciana que acompañaba al curandero a todas partes. Experta en toda clase de plantas medicinales, hacía las veces de ayudante y dama de los recados para el curandero, puesto que era una de las pocas personas que sabía dónde encontrar y como conservar aquellas hierbas necesarias para mejorar la salud de los combatientes.

- ¿Vas a dejarme pasar? ¿O mejor esperamos que el herido muera y así tenemos una boca menos que alimentar? –dijo la anciana con una mueca. Darathar se sintió herido. La anciana siempre hablaba con sarcasmo, pero al joven le resultaba una repugnante forma de decir las cosas, aun sabiendo que la anciana sería incapaz de llevar a cabo sus palabras.

- No… yo… esto… necesito hablar con el curandero.

- ¿Sabes cuantos curanderos hay en estos túneles? Si no especificas no puedo ayudarte joven –dijo mientras intentaba que Darathar le dejara paso. Al ver que Darathar no se movía se detuvo, mirando al joven con cara impaciente. -¿Y bien?

- ¡No recuerdo su nombre! –dijo el joven angustiado. Se había dado cuenta de que aunque había hablado con él cada día, escuchando con atención las instrucciones que le daba, no le había preguntado en ningún momento su nombre y, por tanto, carecía de la información que la anciana precisaba.

- En ese caso será mejor que… -empezó la anciana, pero fue interrumpida.

- Pero… pero… pero él me pidió explícitamente que fuera en su búsqueda cuando ella despertara. ¡Y por fin ha despertado! –en ese instante el cansancio de Darathar se apoderó de él, y el joven empezó a hablar incoherencias hasta el punto que incluso la anciana, que como ayudante del curandero veía cada día escenas parecidas, se preguntó si no debería hacer algo.

Con impaciencia, la anciana escuchó cada incoherencia del joven, hasta relacionarlas todas ellas en sus recuerdos con la imagen de la joven dúnadan a la que había atendido ella las primeras horas de su llegada, hasta que el curandero tuvo tiempo suficiente para visitarla. Recordando cuál de los curanderos había seguido de cerca la evolución de la muchacha, la anciana guió al joven Darathar por los pasillos hasta él, mas el joven ni siquiera observó los pasadizos por los que pasara, pues se hallaba bastante fuera de sí.

- …Y eso es lo que he podido entender por lo que balbuceaba el joven –acabó la anciana de explicar al curandero.

- Entiendo… -dijo éste mirando de reojo a Darathar, que yacía inconsciente junto a la puerta. Había sido el único modo de hacerlo callar para que no molestara a los enfermos. –Será mejor que lo despierte y vayamos a ver que tal se encuentra la señorita –añadió finalmente mientras se dirigía a Darathar y le daba unas palmadas en la cara para que despertase. -¡Eh joven! ¿Crees que podrás caminar? –dijo al ver que abría un ojo.

- Yo… eh… sí… claro… -balbuceó el aludido de forma desorientada mientras se ponía en pie para seguir al curandero, quien sonrió mirando de reojo a una ancianita con una sonrisa pícara dibujada en el rostro y tras negar con resignación con la cabeza emprendió la marcha.

Elêth pasó la mayor parte del tiempo durante el que su compañero estuvo ausente mirando la llama de la pequeña chimenea que libraba el pequeño habitáculo en el que se encontraba de la penumbra. No encontraba en ello nada interesante, pero se le antojaba la mejor manera de no pensar. Ver cómo la llama simulaba bailar en su interior la ayudaba a olvidar que se encontraba herida sobre un lecho desconocido, en un lugar que jamás habría soñado que existira… tras haber perdido una batalla, sintiéndose culpable y sin saber que había sido de la mayoría de sus compañeros… Un tronco pequeño crepitó en el instante en que ella pensaba eso y vino a la mente de la dúnadan la impresión de que el tronco pronto quedaría reducido a cenizas. Si quería que el fuego sobreviviese debía poner otro tronco… pero ni siquiera tenía fuerzas para incorporarse… debía esperar a que volviera Darathar y alimentara el fuego… y esperaba que eso fuera pronto, pues la sensación del frío empezaba a penetrar en ella. Cansada, se tumbó en la cama, sin cesar de mirar el fuego… el constante movimiento de las llamas y el crepitar de los troncos la entretenían.

Lo siguiente que la joven dúnadan escuchó fue al curandero llegar con Darathar.

-¡Dijiste que estaba despierta! –espetó el curandero al soldado.

-Y lo estaba… -se defendió este. –Debe de haberse dormido… parecía cansada…

- Estoy… estoy despierta… -interrumpió la joven con dificultad.

El curandero la miró con severidad, y tras explicarle la inutilidad de lo enferma que había estado, “¡Casi al borde de la muerte! ¡Para nada! ¡Si al menos hubieran ganado la batalla!” fueron literalmente sus palabras explicó a la joven lo que debía hacer desde ese instante en adelante. Instantes después la joven se hallaba tanto o más aburrida, si cabe, que cuando había despertado. Ni siquiera el fuego conseguía entretenerla. Las órdenes del curandero habían sido claras: nada de moverse demasiado y, por supuesto prohibido levantarse de la cama. Además, debía tomar cada hora un asqueroso brebaje que debía ayudarla a no tener pesadillas y la ayudante del curandero pasaría cada mañana a lavar su herida para que cicatrizara pronto, cosa que no era plato de buen gusto para la joven, pues poco después de irse el curandero comprobó lo dolorosa que podía llegar a ser una cura a manos de la ancianita. Además, nadie le daba noticias sobre sus compañeros, lo que la ponía todavía más nerviosa.

Ya se consideraba al borde de la locura y desesperación cuando alguien llegó a su habitación.

-Elêth, tienes visita –le dijo Darathar tan suavemente como pudo, para no despertar el mal humor que amenazaba con aparecer sobre Elêth.

- ¿Qué? ¿Quién…? ¡Oh! ¡Aratan! Por fin una cara conocida… ¿qué te trae por aquí?

- Vine con intenciones de ayudar… pero llegué tarde… por suerte supuse que si había algún superviviente estaría aquí, bajo la ciudad…

- Yo ni siquiera sabía que estos subterráneos existían… parecen una maldita prisión… y encima no hay luz –se quejó la joven, a lo que Aratan respondió con una carcajada.

- Tan poco observadora como siempre… Mi querida Elêth, no hay luz porque es de noche… pero tienes ahí una magnífica ventana con vistas, por lo que me parece si no ando desorientado, preciosas de la ciudad.

- Oh, vaya… -dijo Elêth enrojeciendo. –No me había dado cuenta… a penas hace unas horas que desperté… ¿no sabrás nada de Darlak, no? Ando preocupada por él y el resto de la compañía… mi único vínculo con el exterior es Darathar y no se digna a contarme nada…

- No… -el semblante de Aratan se entristeció unos instantes. –Precisamente lo andaba buscando… pensé que tú podrías decirme algo…

- Ya ves que no… ni siquiera puedo salir de la cama… pero estoy segura de que a Darathar no le importará acompañarte hasta dónde esté, o ayudarte a encontrarlo de no saberlo, ¿verdad Darathar? –Elêth vio como el chico asentía con rapidez, no sabía donde se encontraba su capitán, pero cualquier cosa era mejor que llevarle la contraria a la agotadora dúnadan. –Bueno, entonces espero que tras encontrarlo vengáis a hacerme una visita… o me voy a aburrir como una ostra…-tras aquella pequeña charla, Elêth vio desaparecer por el hueco de la puerta a los dos chicos, y se tumbó en la cama a descansar, dirigiendo siempre su mirada a la ventana.

La recuperación fue bastante rápida ahora que la joven había despertado, pero no lo suficiente para su gusto. Cada día era rutinario para la dúnadan, pero algo había que la hacía sentir viva. Se pasaba las mañanas mirando por la pequeña ventana lo que a penas podía verse de la ciudad desde la cama… en realidad, más que una ventana parecía ser una alcantarilla, pues no se veía más que la rasa calle. No obstante, Elêth se aventuró a levantarse para ver más de la ciudad por ahí y se encontró con la vista de la ciudad… que todavía guardaba vestigios de la perdida batalla. Aun así se veía hermosa, y Elêth decidió que haría todo lo que estuviera en sus manos para recuperarla, empezando por curarse tan pronto como fuera posible la herida, y después… después tal vez se mudaría a la ciudad para tener allí su hogar… después de todo ya le hacía falta uno…