lunes, 24 de diciembre de 2007

Historias de Elêth Niramar IV

Estos dos serán los últimos de Elêth Niramar. Una historia de vida y una carta de despedida para cuando acabaron los clanes. ^^


Un dolor atroz en la espalda... y luego… el contacto de sus rodillas con el suelo, la caída de su cuerpo contra el duro suelo… luego todo negro.

Era lo último que recordaba de la batalla. Más bien lo único, pues no recordaba lo que había pasado en ella.

Elêth abrió los ojos durante un instante… no reconocía el lugar… debía ser un campamento improvisado en el bosque… eso era lo que Darlak le había dicho que harían…

Se encontraba en una tienda construida con torpeza… seguramente con prisas… desde su posición parecía que la lona iba a caerle encima a la menor oportunidad… a la menor ráfaga de viento… quizá fuera lo mejor. No se encontraba nada bien. Pero no era la herida lo que le producía tal malestar… sino el sueño que había tenido… sabía que era el sueño quien le producía el malestar… pero no podía recordarlo.

- ¡Mirad! Parece que ha despertado…

La dúnadan oyó que alguien hacía el comentario… pero oía las voces lejos… muy distantes… a pesar de saber que estaban a su lado… no hizo caso del comentario… sólo se limitó a observar la blanca lona que le tapaba la vista del cielo…

Entonces, las imágenes de las personas que más apreciara aparecieron sucesivas en su mente… Celeval… Rialath… Darlak… se preguntó si estaría bien, su capitán, puesto que no sabía si habría conseguido salir sano de la batalla… a la imagen de Darlak siguió la de Sonyariel… embarazada y al pie del cañón… admiraba y compadecía a su amiga en partes iguales… igual que a Vanadessë…

- ¡Elêth para! Te vas a caer… -decía su voz, allá a lo lejos.

- Venga Vana… no seas aguafiestas… se trepar… mira…

Una niña de no más de 10 años de edad observaba risueña a su amiga elfa desde lo alto de un árbol, al que había subido desobedeciendo toda regla que le había sido impuesta.

- Elêth si te caes no vengas llorando luego… -la regañaba Vanadessë mientras se hacía la enfadada.

- Oh, Vana… pareces el abuelo… No hagas esto… no hagas lo otro… me gusta trepar –decía resentida la dúnadan. –Además, saltarse la regla es divertido… no lo has hecho nunca, ¿tú?

(…)

- Elêth… ¿sabes? Me… me enamoré… Se… se que no te va a gustar la idea pero…

Ahora la imagen había cambiado… Vanadessë miraba con miedo a su amiga humana mientras intentaba buscar las mejores palabras para explicarle su situación… Elêth, ya adulta, la miraba sin conseguir comprender la situación. ¿Cómo se suponía que debía tomarse aquello? ¿Debía alegrarse por su amiga? ¿Debía decirle que aquello era una locura? ¿Debía decirle que si seguía por aquel camino sería acusada de traición? ¿Cómo se le había ocurrido enamorarse de un oficial enemigo? Y encima embarazada…

Había sido todo culpa del chico, sin duda… Hathol la había engañado… seguro… y ahora… y ahora su amiga corría el riesgo de ser tratada de traidora… de pasarlo muy mal… No se lo perdonaría, el chico no merecía perdón…

Entonces la imagen cambió… todo se volvió oscuro, y, de pronto, Elêth se encontró en el mismo bosque en el que suponía que debía estar el campamento… Se encontraba encima de un árbol, como cuando era pequeña, dejando pasar el tiempo, ajena a todo, pensando en sus cosas… y completamente feliz.

Una sombra apareció entonces ante sus ojos. Una elfa encapuchada avanzaba con sigilo por el bosque, con rumbo fijo. Elêth la reconoció al instante, le habría sido imposible no hacerlo, después de tantas escapadas nocturnas en su infancia…

- ¡Vana! ¿Qué haces aquí?

- Shh… ¡no digas nada Elêth! Es mejor que no lo sepas… No te preocupes…-decía la elfa de forma misteriosa.

- Qué cosas tienes… como no voy a… Vanadessë me estás asustando…

- No te asustes, no te preocupes, no te… -antes de que pudiera acabar las dos oyeron el sonido de alguien que se acercaba. –Cuídate mucho, niña –le dijo la elfa antes de volver a caminar, con prisa, confundiéndose entre los árboles.

Elêth la siguió, y pronto, para su sorpresa, comprendió lo que pasaba. Vana se había detenido en un claro del bosque… donde la esperaba alguien… alguien a quien Elêth había visto en contadas ocasiones, por no decir ninguna… pero a quien reconoció de igual manera… El culpable de que le tocara separarse de su amiga de siempre… aquél que se la estaba robando…

Con lágrimas en los ojos, Elêth dio la vuelta para marcharse… mas en aquel instante se oyó un grito. Alguien acusaba de traidora a Vanadessë… una flecha silbó cortando el aire… y fue a clavarse en su amiga… Lágrimas en los ojos nublaron la vista de la dúnadan… que, cuando recuperó visión, se encontró con su amiga elfa en brazos, bajo un cielo negro… en una noche sin luna.

- Elêth, pequeña… lo siento… -decía Vanadessë mientras su vida se escurría por la herida.

La dúnadan levantó la mirada con ira, y miró a los ojos a aquél que consideraba culpable de su muerte… su clan la había herido en batalla… y ahora por su culpa perdía a la que había sido su mejor compañera en la infancia…

Fue entonces cuando Elêth fue consciente de que aquello no era más que un sueño. El cansancio le había vencido de nuevo. Respiró tranquila, abrió los ojos y volvió a encontrarse bajo la lona… No sentía el brazo… y el vendaje le llegaba hasta el pecho… le era difícil moverse, pero aquella cama la agobiaba… se levantó y se dirigió al exterior, al bosque… sin un rumbo fijo…

Y entonces siguió el mismo camino que siguiera Vanadessë en su sueño…. Porque su amiga había muerto, y no había otro culpable de ello que aquel que se había apoderado de su corazón. Merecía la muerte. Vana debía ser vengada y lo haría ella.

En el claro se encontraba la persona que buscaba. En el mismo claro del sueño. La miraba con una risa tétrica… como burlándose por haber ganado la batalla… en el suelo yacía el cuerpo sin vida de Vanadessë. El chico lo miró y se rió, y aquello sacó de sus casillas a Elêth, que usando el brazo sano, sacó de la bota la daga de la que nunca se separaba y se lanzó contra Hathol clavándosela en el mismo centro del corazón… y mientras lo hacía, oía la risa de Hathol… que se burlaba de ella porque no lo iba a conseguir… porque su acto iba a ser inútil… porque había hecho algo absurdo y sin razón de ser… Y entonces, comprendiendo de pronto lo que Vanadessë le había explicado cuando le contara su situación… se arrepintió de lo hecho e intentó sacar la daga… Su amiga apareció tras su espalda y comenzó a hablarle enfadada, triste…

- Elêth me decepcionas… yo… pensé que tu lo entenderías… -decía mientras, desesperada, Elêth intentaba sacar la daga.

- No, pero… sigue vivo… te aseguro que sigue vivo… lo oí reír…

- ¿Qué dices? Lo mataste Elêth… lo has matado y a mi me has traicionado… creía que podía confiar en ti… y tu mataste al hombre al que amo…

- No Vana… te aseguro que yo no quería… no quería… -decía Elêth entre lágrimas. –No quería… yo no…

Y entonces de nuevo el mundo se desvaneció…

- ¿Elêth? Elêth, ¿estás bien?

La dúnadan abrió los ojos y se encontró con el rostro preocupado de su capitán.

- Yo no quería… -dijo ella entre lágrimas, aun sin saber si seguía soñando o ya había despertado de su pesadilla. –No quería…

- ¿De qué estás hablando? Elêth, estás loca… ¿Cómo se te ocurre salir de la cama en tu estado? ¿Voy a tener que atarte a la cama para que guardes reposo? ¡No vuelvas a hacerlo! –La voz de Darlak sonaba preocupada, a la vez que furiosa… -Te lo digo en serio Elêth, ahora vas a volver a la tienda… y vas a permanecer acostada tanto tiempo como te sea mandado… y es una orden. No vuelvas a salir de excursión en este estado… es peligroso… más estando en territorio enemigo…

Elêth asintió con la cabeza… pero no escuchaba… estaba ida… y las lágrimas caían por su cara de modo ininterrumpido…

- ¿Te pasa algo? –preguntó Darlak, ya preocupado. Hizo una señal a los soldados que lo habían acompañado en su búsqueda a la dúnadan para que los dejaran solos…

- Yo no quería… no quería matarlo… no debí haberlo hecho… -repitió Elêth, poco consciente de la realidad.

- ¿Matar? ¿Tú? ¿Cuándo? ¿Ahora? Elêth no te ofendas… pero una daga… manejada por una persona enferma… hace poco daño en un árbol viejo…no creo ni que traspasara la corteza… -dijo con una sonrisa mientras cogía la daga y la devolvía a su dueña. –No te preocupes, no has matado a nadie… el árbol está bien –dijo mientras ayudaba a levantarse a la dúnadan y empezaban a regresar al campamento.

- Un árbol… no era al árbol a quien yo… ¿Y Vanadessë? –dijo acordándose de los reproches de su amiga.

- ¿Vana? Pues ha llegado antes al campamento… de hecho, nos dimos cuenta de que no estabas cuando ella y Sonya fueron a verte… ¿Creías haber matado a Vanadessë?

- No, yo… -entonces un dolor atroz en la herida le hizo tener que apoyarse más en Darlak para no caer…

- Debió ser una pesadilla… -dijo su capitán mientras miraba el vendaje de la herida. –No me gusta el aspecto de esto… creo que se te está infectando… vamos a volver ya para que te lo curen y… vas a portarte bien y a no moverte de la cama hasta que eso pase, ¿entendido?

Cansada, Elêth asintió con la cabeza… casi no había prestado atención a lo que le decía… pero se había tranquilizado… todo aquello no había sido más que un sueño… menos mal…

Al llegar al campamento, se sintió abrazada al instante por Sonyariel.

- ¿Dónde estabas? ¡No nos des esos sustos niña desagradecida! Encima que venimos a verte…

Elêth la miró agradecida por el abrazo, y buscó con la mirada a Vanadessë. Estaba sonriente, no la odiaba… claro, se dijo Elêth, no tenía razón para odiarla… y tenía intención de que aquello siguiera siendo así… Las dos mujeres acompañaron a Elêth a la tienda y allí se esperaron a que se durmiera. Sintiendo sus sueños velados por sus amigas… Elêth fue capaz de soportar las pesadillas. Todavía tuvieron que pasar varios días antes de que la fiebre bajara… fue entonces cuando desaparecieron las pesadillas y la herida empezó a sanar…



***


¿Quién me iba a decir a mi, Elêth Niramar, que acabaría luchando bajo el mando de otra persona, en tierras lemperianas y junto a amigas de la infancia? Realmente, si me lo hubieran dicho no hace muchos años lo habría negado con firmeza. ¿Yo, siguiendo las órdenes de otros? Yo, que había huido del bosque para no volver a ver elfos… ¿defendiendo las tierras que con su bosque colindan? Yo, que había abandonado a las dos mejores amigas que jamás pude soñar tener… ¿recuperando su amistad? Yo, que lo había abandonado todo… por miedo a sentir cómo se escapaba mi vida entre las manos… ¿recuperando las riendas de la misma? Esto, no hace mucho, era para mí un sueño que no pensaba que se cumpliera jamás.

Podría decir que todo empezó cuando abandoné a mi gente… bueno… ¿mi gente? Sigo llamándoles así, pero… ¿realmente lo son? Me crié entre ellos, sí… me aceptaron como una más… conseguí su amistad y su cariño… pero… pero no era una elfa, y lo sabía. Tampoco ellos me verían nunca como tal. Por esa razón escapé del bosque, ellos nunca dejarían de verme como una niña, pues lo era a sus ojos, y yo necesitaba un mundo que cambiara a la par que yo… pero… mi gente; sigo llamándolos así… pues son mi familia… la única que tuve desde que perdí la mía. Ellos fueron quienes me dieron cariño cuando más necesario me era… fueron ellos, los elfos de los que huí, los primeros que me dieron a conocer la amistad. Fue Celeval, a quien siempre consideraré mi persona más querida, quien me ofreció consuelo cuando necesité llorar, quien hizo de padre cuando necesitaba uno, y de abuelo cuando era eso lo que yo precisaba. Fue él quien no cuestionó nunca mis decisiones, y las aceptó todas y cada una. Celeval… fue mi querido abuelo Celeval el único que no veía en mí una niña sino la joven dúnadan que era, la madura joven que necesitaba un mundo más grande que el bosque que él ofrecía. Me fui para no volver… y sin embargo ahora lo visito cada vez que tengo ocasión… pues ese bosque es mi casa, y sus habitantes mi familia, y ya no me siento ajena a ellos, pues fuera del bosque he encontrado mi lugar, en la ciudad de Mellon Vilya he encontrado un hogar que puedo llamar mío y donde nada tengo que envidiar a nadie.

Fue triste la partida del bosque… pero más triste fue la separación con Sonya. Tanto tiempo juntas… tan grande la amistad… y al final acabamos cada una por nuestro lado… nunca me perdoné sentir que la había perdido, fue por eso que regresé a tierras lemperianas en su búsqueda. Curioso reencuentro el nuestro… preludio de lo que sería una recuperada amistad que ya no perderíamos jamás. Sonyariel… gracias a ella conocí a Darlak, mi capitán y gran amigo… ¿quién me iba a decir a mí que sería el mismo personaje que en su día intentó proteger a mi amiga de una falsa ladrona de ropa quien capitanearía todas mis aventuras siguientes? Supongo que el hecho de que no mucho después sería mi querido capitán el padre del hijo de Sonya debería haberlo supuesto, me parece, pero no lo hice… cuando me enteré de la grata noticia no pude más que sorprenderme… ¿cómo era posible que después de tanto tiempo compartido con ambos yo no hubiera notado nada? Claro, para darse cuenta de las cosas una debe querer darse cuenta… y yo estaba demasiado ocupada pensando en mí misma…

Y si hablamos de mi capitán… no podemos evitar hablar de las escapadas a las que nos llevó. Capi, capi, capi… ¿no aprendiste en Amaurenori que no podemos salir de casa sin que algo nos pase? Pues deberías… lo de Tavarcerta fue ya un suicidio del que no se como conseguimos salir con vida… y aun así soy culpable de haberte seguido en ambos casos… no tengo cura… ¿hace falta que realmente afirme que me muero de ganas de hacer una nueva escapada? Ni siquiera ser secuestrada por supuestos compañeros de viaje es tan duro como soportar las tardes solas encerrada en casa… creo que si no tenemos otra batalla pronto me iré de vacaciones, mi querido capitán. Sí… eso debería hacer… no soporto las paredes que me encierran. Aunque bueno, siempre puedo salvar la tarde jugando con Aratan… ahora que me ha dejado sin brazalete poco tengo que perder… o quizá esta vez gane… quizá… quizá debiera abandonar el juego mientras me queden cosas para apostar. Sí. Eso debería hacer.

Pero bueno, durante las pequeñas aventuras en las que entrábamos siguiendo a Darlak no fueron todo cosas malas… sé que jamás podré olvidar a aquel atractivo oficial de Heren, Rialath, que gobernó mis pensamientos durante todo el trayecto… fue realmente una pena dejar de tener noticias suyas pasada la aventura… pero bueno, la vida seguía y yo tenía batallas que ganar, no fue difícil que desapareciera de mi mente su rostro, al final.

Fue en Tavarcerta también cuando me enteré del secreto de Vanadessë… jamás supe reaccionar a sus palabras… ahora siento que estuve a punto de perder su amistad… por segunda vez. La arriesgué primero cuando abandoné el bosque a pesar de su tristeza… y temí haberla perdido cuando en lugar de apoyarla la juzgué. Siento que fue con eso con una de las pocas cosas en las que supe reaccionar a tiempo… tal vez la única… y fueron necesarias las pesadillas para llegar a ello… si fueron necesarias las pesadillas… ¿es que era mi yo consciente quien no lo quería aceptar? ¿Tal vez envidiaba su suerte? No puede ser eso, pues… no fue suerte lo que tuvo Vana, sino la desdicha de enamorarse de un oficial enemigo contra el que tendría que enfrentar su compañía. No, no fue envidia lo que sentí, simplemente me preocupé por ella de una manera errónea… y doy gracias a Eru por haberme dado cuenta de ello antes de perder su amistad.

Amistad… son la de Vana y la de Sonya, así como la de mi apreciado capitán, a quien tantos dolores de cabeza he traído desde que entré en su compañía; las amistades que más aprecio. Sin ellas mi vida carecería de sentido y, sinceramente, espero no cometer el error de perderlas jamás.

Finalizo ya esta carta, que espero no sea leída mi querido diario, dando las gracias a esta tierra de Lempe Othari, que tras abandonarla me volvió a acoger. Dándole las gracias por permitirme volver, y por ofrecerme esos gratos momentos que he pasado junto a las personas que hoy son las que más aprecio. Jamás me sentí guerrera, jamás me sentí ligada a ningún lugar, jamás pensé que llegaría a obedecer órdenes de nadie, pues de pequeña jamás hice caso de los consejos de mis sabios y queridos elfos. Sin embargo… en tierras lemperianas aprendí a apreciar lo que tenía, lo que había perdido, y lo que estaba por perder. Me siento ahora ligada más que nunca a estas tierras que en su día me vieron nacer. Me siento ahora oficial de la segunda compañía lemperiana, bajo las órdenes de mi capitán, Darlak Lórindol, de quien incluso si dejara de ser mi capitán obedecería cada palabra dicha, aunque no fuera una orden. Me siento ahora miembro de un grupo, perteneciente a un lugar, con un pasado, con un presente, y con un futuro que aun está por ver; y de todas las cosas que hice en esta vida sólo hay una de la que jamás me podré arrepentir, y es de haber aceptado pertenecer a Lempë Othari.

Un saludo:

Elêth Niramar.

1 comentario:

Malfuin dijo...

La verdad es que este personaje es el más "mundano" de los que has hecho, creo... Los demás van a su aire sin prestar atención a nada y enfadándose por tonterías [Sinkim mode on :P]. Admito que nunca había prestado demasiada atención a tu Elêth (ni a Arador en general, gran parte de la guerra la pasé exiliado, así que... ^^U). Pero si, es un personaje muy bueno ^^

Saludos, y feliz Navidad! xD