domingo, 16 de diciembre de 2007

Historias de Elêth Niramar

Estas me las hicieron hacer para poder entrar en el clan... cabe decir que me divertí mucho escribiendo la tercera =P

· Una historia en la que tu personaje o un posible ejercito que comandéis se vea envuelto en una batalla.

Amparada por la oscuridad, una figura se dirigió ágil entre los árboles, observada solo por las estrellas del firmamento. Tras llegar a la cima de una colina, observó el ejército que debería enfrentarse al suyo. No eran muchos, observó contenta, además contaba con el factor sorpresa, en teoría, la victoria sería fácil. Alentada por estos pensamientos fue rauda a comunicar la buena noticia a sus compañeros. Unas horas después yacía en la rama de un árbol esperando al pequeño ejército enemigo. Correspondía éste al comandante enemigo de aquella región y la joven, aunque le pesara, sabía que debía atacar primero, acatando las órdenes que sus superiores le habían dado, si quería conservar la vida. A una orden del primer vigía, la joven se bajó la capucha, que ocultaba su castaño pelo corto, y el rostro, impasible en aquel momento; y tensó una flecha en el arco mientras al tiempo que con un movimiento rápido escondía un mechón que dificultaba su visión. Se mantuvo así unos instantes, hasta que una nueva señal del vigía le indicó que en unos instantes sería el momento de atacar. No tuvo que esperar mucho. La compañía enemiga apareció en aquél momento entre los árboles, atentos ante una posible invasión, pues la que la joven comandaba no era la primera emboscada, ni sería la última. Cuando consideró al grupo lo suficientemente cerca como para estar acorralado por sus compañeros, la joven disparó certeramente la primera flecha. Inmediatamente después, una lluvia de flechas siguieron a la suya, y decenas de hombres salieron de su escondite, espada en mano, para iniciar la batalla. Pero el ejército enemigo no se sorprendió demasiado e inició el contraataque con rapidez, dejando la ventaja del factor sorpresa como un dato sin importancia. La joven permaneció en su puesto durante un rato más, observando la batalla y lanzando alguna que otra flecha de forma intermitente, al principio certeras, luego cada vez menos, pues el enemigo había comprendido de donde salían los mortíferos dardos. No disponiendo de una espada para defenderse en una lucha cuerpo a cuerpo, la joven decidió cambiar de rama. Sabia decisión, más la tomó demasiado tarde. Mientras decidía cuál sería su próximo escondite cometió el error de descuidar su defensa, y ni siquiera oyó cómo un enemigo, escapando de sus compañeros espadachines, lanzaba contra ella una saeta que le acertó en la pierna. Sorprendida por tal acto, no reaccionó a tiempo y cayó del árbol, desprendiéndose al mismo tiempo de la seguridad que éste le proporcionaba. Miró de nuevo el campo de batalla. Sin duda su ejército estaba ganando, sus guerreros blandían sus espadas con habilidad, matando a sus adversarios con certeros golpes que pocas veces eran parados. Aquél contrincante que osaba herir a uno de sus guerreros era abatido a flechados por los arqueros que, como ella hasta el momento, acechaban entre los árboles. Sin embargo, la victoria era más lenta de lo esperado y ello le preocupaba. Aquella debía ser una victoria rápida, no era aconsejable perder más gente… ya habían muerto suficientes de los suyos en aquella guerra. Un nuevo golpe que consiguió esquivar a penas, la sacó de nuevo de sus pensamientos. ¿Dónde estaba aquella valerosa guerrera que había vencido tantas veces? ¿Desde cuándo ella se permitía pensar durante una batalla? En un acto instintivo sacó la daga que escondía en su bota derecha y blandió un certero golpe a su adversario que la salvó de la muerte. Intentó levantarse sin éxito y miró su herida, sangraba duramente, era bastante profunda y calculó que tardaría en sanar, mas no podía esperar sin hacer nada mientras sus compañeros arriesgaban sus vidas. Cogió de nuevo su arco y apuntó con dificultades. La flecha no mató a su enemigo, pero consiguió herirlo y hacer que éste dejara de atormentar a uno de sus guerreros, que se enfrentaba con más de uno a la vez. El herido se dirigió hacia ella, y por primera vez en mucho tiempo sintió miedo. La furia que su contrincante emanaba era tanta que no se sentía capaz de vencer, herida como estaba. Temblorosa disparó una nueva flecha que no acertó. Una tercera se clavó en el hombro de su enemigo, que no hizo caso. Éste levanto su espada para dar el golpe de gracia a la joven, que lo esquivó en el último momento, cayendo el golpe sobre la pierna herida, lo que le produjo un mayor dolor. Levantó el rostro y vio al ser que tenía delante sonriendo. Comprendió que había llegado su momento y sintió de nuevo miedo. Vio a sus valerosos compañeros, que habían conseguido acabar ya con la mayor parte del ejército enemigo y se vio a ella, que por ser demasiado confiada iba a acabar teniendo el destino que siempre había temido. Cerró los ojos esperando el golpe, mas este nunca llegó. Al abrir los ojos se encontró con su mano derecha, con el segundo oficial de la compañía que comandaba ella, quien le ofrecía sonriente una mano.

- Señora, la batalla ha acabado. Puedo decir sin temor a equivocarme que la victoria es nuestra.

La joven sonrió contenta a su compañero y alargó la mano para agradecerle el haberle salvado la vida, más cayó inconsciente antes de que ésta llegara a su destino. Una sonrisa se dibujaba en su rostro. A pesar de todo, habían conseguido su objetivo.


· Una historia en la que narréis la recuperación de una herida de una flecha en el costado que os postra en cama por unos días

La joven despertó de repente y sudando, había tenido una pesadilla. Miró a su alrededor y se encontró en la cama dónde guardaba reposo desde hacía varios días. Aquello la tranquilizó y al cabo de unos instantes volvió a respirar con normalidad. Miró extrañada su herida y no pudo evitar levantar las gasas que la tapaban, su curiosidad era superior a su instinto, que le decía que la herida estaba mejor tapada. La visión no le gustó, llena de ungüentos hechos con especias y mezclas que la joven nunca llegaría a entender, pues lo suyo nunca había sido el arte de curar, la herida presentaba un aspecto desagradable, y en ningún caso mejor apariencia que el día anterior. Con ello la joven dedujo que seguramente las pesadillas no habían acabado, y se dirigió instintivamente una mano a la frente. Como era de esperar, tenía fiebre. Se dejó caer en la cama, sin fuerzas, y esperó a que llegara el curandero para dar su opinión. Como siempre, las palabras de éste eran alentadoras: “No se preocupe señorita, verá como en unas horas se encuentra mejor” comentaba siempre al entrar y verla desanimada. Después la examinaba y curaba la herida con los ungüentos apropiados, “¿Ve? La herida ha mejorado mucho, en una semana estará usted como nueva” eran las palabras que el agradable anciano proporcionaba a la desesperanzada joven cuando tapaba las heridas, tras haber lavado los trapos y gasas. Aquellas palabras no tranquilizaban a la joven, que odiaba quedarse en cama, mas le propiciaban una esperanza que de otro modo habría perdido con rapidez. La rutina, odiada por la joven como todo lo relacionado con la poca actividad, se mantuvo, como había predicho el curandero, durante una semana, interminable para la joven. Al cabo de siete días, las pesadillas provocadas por la fiebre, y la fiebre misma, habían desaparecido sin dejar ni rastro; y las escondidas miradas que la joven dirigía hacia su herida ya no encontraban un espectáculo tan horrendo. Los ungüentos habían ayudado a la herida a cicatrizar y ésta lo estaba haciendo bien, por lo que el curandero dijo a la joven que, a pesar de haber sido un duro golpe, milagrosamente a penas conservaría una cicatriz casi imperceptible y en ningún caso otra consecuencia que su magullado cuerpo, casi recuperado tras la semana en cama. Cuando obtuvo la autorización del curandero, tras haber cicatrizado del todo la herida. La joven marchó contenta de aquel que lugar tan poco le agradaba, e hizo una carrera hasta el patio del recinto, para comprobar el grado de su recuperación. Se cansó en seguida, pero comprobó que continuaba en forma. Con una sonrisa, se dijo a sí misma que sólo precisaba de un poco de entrenamiento y volvería a ser la misma que antes de sufrir el ataque. Aquello la reconfortó de tal modo que abandonó el lugar con una sonrisa sincera y silbando una melodía que ya creía olvidada, de sus años de niñez.


· A partir de estas palabras, crea una historia (aunque sea absurda, sin sentido) de aproximadamente veinte líneas, ¡Deja fluir tu imaginación! --> Hobbit; Viagra; Fútbol; Legolas; Teléfono Móvil; Bikini; Anillo Único.

Legolas colgó el teléfono móvil animado. Por fin había conseguido reunir a lo que en aquel entonces quedaba de la comunidad del anillo para ver el fútbol en su casa. El gran club de Fútbol de Gondor y la selección de hobbits de la Comarca se disputaban el premio del final de la liga. A Legolas todavía le sorprendía que la selección de hobbits de la Comarca hubiera ganado a los elfos de Rivendel el sábado anterior. Sin duda había influido en aquello que los jugadores buenos del Rivendel FC habían partido a Valinor, dónde tendría lugar el evento futbolístico más importante entre los elfos. Legolas nunca se perdonaría haberse quedado para ayudar a Aragorn en la reconstrucción de su reino en vez de haber partido a animar a sus compañeros. Y encima Aragorn no paraba de restregarle por la cara su perfecta y amorosa relación con Arwen… aunque Pippin le había contado unos días antes que Aragorn había tenido que ir al médico repentinamente por una razón desconocida, en ese instante de ira el elfo deseó que la única cura para el dúnadan fuera cierta medicina… Sí, efectivamente la viagra bajaría los humos al rey de Gondor…

El elfo se sorprendió a sí mismo pensando así y se reprendió. En ese momento llamaron a la puerta y la comunidad pasó de modo apelotonado al interior de la ordenada casa del elfo.

- ¿Qué es eso? ¿El Anillo Único? ¡¡¡No!!! ¡¡¡Quítalo, quita eso de mi vista!!! –gritó Aragorn de repente al ver una reproducción del famoso anillo que Legolas guardaba en la repisa de la chimenea, como recuerdo de la gran guerra.

- ¡Aragorn tranquilo! Sólo es una reproducción –le gritó Arwen histérica. –Lleva todo el mes igual. Tiene pánico al anillito de las narices. Si tuvimos que ir al médico y todo –explicó la elfa. – Fobia a todo lo que se le parezca… si será posible… -dijo Arwen sin llegar a creérselo.

El elfo estalló en carcajadas mientras Aragorn le miraba amenazante. Un instante después Pippin gritaba emocionado frente al televisor. Al grito de “Comaaaaarca. Comaaaaarca” miraba sin perder detalle como los dos equipos salían al campo. Merry lo miró sorprendido.

- ¿Pero qué haces? Si a ti nunca te ha gustado el fútbol…

- Y no me gusta… pero mira que preciosidades animan a nuestra selección –dijo sin apartar la vista de la pantalla.

Tanto Merry como el resto de los presentes dirigieron su vista a la pantalla, dónde un grupo de preciosas hobbits en bikini levantaban pompones para animar a su equipo.

4 comentarios:

Eglomer dijo...

JUAAJAJAJAJAJAJAJAJJAAJAJAJAJAJAJAJA!! Que bueno lo de la compañía! JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA! Me encanta! xDDDDDDDDDDDDDDDDd

Y de la primera historia... no estaba centrada tu personaje eh?? Esq tb la habían invitado a ver el fútbol en casa de Legolas? xD

Besos!

Malfuin dijo...

La segunda me suena un poco... ¿al final la usaste para una Historia de Vida de verdad? xDDD

En fin, la tercera es genial xDDDDDDDDDDD Hay que ver que desvarío, en fin...

xDDDDDDDDDDD

Saludos xD

Nemârie dijo...

Sí, desvarío mucho, el que hay ahí =P

Y sí, la usé para una historia de vida xDDD

..Lau.. dijo...

como mola la tercera... xDDDD