domingo, 16 de diciembre de 2007

Historias de Elêth Niramar II

Ahora pondré dos fragmentos. El primero se corresponde con la parte que me tocó hacer para la historia de batalla de la defensa de Ostova Lorë, ciudad de mi clan Lempë Othari. La segunda... bueno, para variar me hirieron en la batalla y me tocó escribir una historia de vida. La segunda es como se recupera Elêth de esa herida. Siento decir que la mayoría de las historias de Elêth que pondré son historias de vida =P

Eleth siguió el canto, aunque recordaba el camino como si lo hubiera seguido el mismo día anterior, para llegar hasta el claro dónde un grupo de elfas cantaban para aliviar sus penas mientras tejían para entretenerse, ajenas a las guerras que pudieran desarrollarse alrededor.

Poco antes de llegar al claro, el canto cesó. Consciente de que había sido descubierta, Elêth esperó a que aparecieran sus captores, deseando que la recordaran a pesar de su cambiado aspecto. No habían pasado más de 15 años tras su marcha, pero su aspecto había cambiado bastante. Ya no tenía las ropas limpias y pulcras que había llevado durante su infancia. Ni tenía el semblante inocente y tímido. Ahora había vivido más de lo que jamás hubiera soñado. Había pasado meses durmiendo a la intemperie y era más independiente, y segura de sí misma. Aun así se sentía en aquel momento como si no hubiera pasado el tiempo. El bosque no había cambiado, los animales parecían los mismos, las voces de los que un día habían sido sus compañeros y amigos eran las mismas… había podido identificar a más de uno. Intentó mantener la compostura. Debía intentar tener la misma apariencia para no tener que hacer el esfuerzo de recordarles quien era, y debía aparentar la seguridad en sí misma que había adquirido durante los viajes; seguridad que se desmoronaba a cada minuto que pasaba.

Tenía los ojos húmedos cuándo Cúril, el viejo vigilante del bosque, apareció ante ella.

- ¡Saludos viajera! –dijo con un talante hermético y ambiguo. Consciente de que estaba rodeada, Elêth tragó saliva mientras esperaba que el vigilante hiciera su pregunta -¿podemos preguntar a qué se digna su visita? No suelen adentrarse tanto en el bosque los viajeros que no quieren problemas.

Elêth suspiró desanimada… ¿no la había reconocido? ¿Había vivido toda su vida en el bosque para que, después de 10 años, todos la hubieran olvidado?

- No… no soy una simple viajera –consiguió articular, recordando su misión. Esperaba que su voz no hubiera cambiado tanto como para no ser reconocida tampoco de este modo; empezaba a pensar que la tristeza que la embargaría de ser así no sería capaz de soportarla. –Me envía Valandil Sûleglin, es necesario que… -su voz fue interrumpida por una dudosa y fina voz, que llegaba de lo alto de un árbol cercano.

- ¿Elêth? ¿Eres… eres tú? ¿Elêth Niramar?

Al oír esa voz le embargó la alegría. Era Vanadessë quien hablaba. La que en su día había sido su mejor amiga, aunque era varios siglos mayor que ella. Ante la pregunta, Elêth no pudo más que asentir mientras escuchaba como una flecha era guardada, y veía a su amiga saltar del árbol para abrazarla.

- ¿Cómo no lo dijiste? ¡Te habrías ahorrado todo esto!

- Bueno… no pensaba que…

- ¡No entiendo cómo no te reconocí antes! ¡Sabía que me eras familiar! Pero… has cambiado tanto… No pareces la misma… -la interrumpió.

- Me han pasado muchas cosas durante este tiempo –consiguió decir al fin.

Le felicidad le embargaba. Se sentía en casa. Miró a su amiga y al no sentir el paso de los años en su rostro se sintió una joven adolescente de nuevo, sin problemas, sin complicaciones, sin preocupaciones mayores que el llegar a casa a comer o el conseguir apuntar con el arco mejor que el resto. Durante unos instantes sintió que todo volvía a ser igual, pero no era así.

- Te despediste para no volver, ¿qué te ha traído entonces aquí? –preguntó el vigilante, sin esconder su alegría, pero tampoco su curiosidad.

Fue entonces cuando Elêth recordó su misión.

- Vengo en busca de información. Por mandato de Valandil Sûleglin, debo encontrar al jefe Ent Alda Coiva. Se ha presentido un ataque a Ostova Lorë y precisamos ayuda –dijo con expresión dura. Era grato reencontrarlos, pero lo primero era la seguridad de la ciudad.

Los elfos la miraron desconcertados, no habían sido informados de ello en ningún caso. Cúril fue el primero en reaccionar.

- Celeval sabe dónde está. Creo que es uno de los pocos que aun se comunica con los ents –respondió. Al oír el nombre de su tatarabuelo a Elêth le dio un vuelco el corazón. Ya había sido dura la primera separación, no se sentía capaz de aguantar otra.

- Preferiría que mi abuelo no supiera que yo…

- No me has entendido Elêth, puede que haya más de los nuestros que sean capaces de llevarte ante Alda Coiva, mas ninguno lo hará con tanta rapidez como Celeval. No está lejos, ¿te llevamos ante él?

Comprendiendo que no tenía más remedio que aceptar, Elêth asintió levemente y siguió a la comitiva. Celeval se encontraba en un claro cercano, practicando con el arco mientras canturreaba una canción que llenó de nostalgia el corazón de Elêth.

- Celeval, tienes visita –susurró Cúril, antes de desaparecer entre los árboles con el resto de la comitiva, para volver a sus puestos.

El elfo que había ejercido como padre para Elêth se giró lentamente hasta cruzar su mirada con la de la joven. La reconoció al instante, y un segundo después la abrazaba fuertemente diciendo que creía que nunca la volvería a ver. La joven le devolvió el abrazo con tristeza mientras intentaba serenarse para transmitirle a su tatarabuelo el motivo de su visita. El elfo no hizo preguntas, ni se hizo de rogar. La breve mención de Elêth a la ciudad y a la autoridad que la enviaba fue más que suficiente. Aunque sin haber estado provista de ello tampoco se hubiera negado.

No más de una hora más tarde Elêth se encontraba ya ante el Ent.



Bueno... cabe decir que gracias a eso ganamos la batalla :P (bueno, en realidad ganamos por los dados... pero en la historia ganamos gracias a mi :P). La parte mala es que yo acabé así:

Se despertó sobresaltada. Abrió los ojos y se encontró con un techo ya conocido para ella. No cabía duda… se encontraba en la casa de curación. Entonces lo que creía haber soñado… no había sido un sueño… aquello había pasado… No sabía si alegrarse o sentirse estúpidamente triste. Intentó incorporarse y se encontró con un punzante dolor en el costado. “¡Ay! ¿Qué diablos me ha pasado, me hirieron?” pensó, mientras desistía de levantarse. No recordaba nada desde que había llegado al campo de batalla a lomos del jefe Ent. El jefe Ent… lo había encontrado gracias a su tatarabuelo y ni siquiera se había podido despedir de él ni había podido darle las gracias por haberlos ayudado… tenía tanta prisa por ir a defender la ciudad que lo había dejado para más tarde… Elêth se preguntó si volvería a ver a su querido Celeval, aquél que la había cuidado y educado. “Bueno… me despedí de él una vez… no creo que pudiera soportar otra despedida… tal vez es mejor así” se dijo mientras intentaba recordar cómo la habían herido.

Sin conseguirlo, Elêth se incorporó un poco de nuevo, aguantando el dolor con una mueca, y se quedó mirando las gasas que le cubrían la herida. ¿Pasaría algo si miraba más adentro? No… no debía… siempre le habían enseñado que las heridas sanaban mejor si estaban tapadas y con los mejunjes que tocaba. Pero… sentía tanta curiosidad…

Levantó la sábana con cuidado, quitó las gasas que tapaban las hojas con el ungüento y levantó éstas últimas, con cuidado, sintiendo como la herida se resentía ante el contacto con el aire y la separación de las hojas. La vista le desagradó tanto que lo tapó de inmediato, con tanta fuerza por la prisa que quedó unos instantes sin poder decir ni hacer nada, hasta que se vio capaz de volver a poner las gasas. Lo tapó con cuidado, sintiendo que el peso de sus manos al posarse sobre la herida para taparla hacía que ésta le doliera, lo hizo todo con mucho cuidado, intentando que quedara igual a antes de destaparlo, y después se recostó de nuevo en el lecho. Sentía haber agotado todas sus fuerzas en ése inútil hecho. Y al final había quedado peor que estaba. La visión no le había gustado en absoluto… todavía se veía la herida en carne viva… pero la visión era todavía peor si se le sumaban los ungüentos dispuestos sobre ella para sanarla… a Elêth no le gustaban los ungüentos. El olor que provenía de ellos tras haber abierto la herida le hacía sentirse todavía más enferma… nunca le había gustado el arte de sanar… no sabía de tal cosa ni tenía intención de saber… no es que le gustara mucho… y nunca había pensado que precisaría saber de él, pues siempre se había encontrado rodeada de gente que lo dominaba. Solo durante la última década se había resentido un poco de no tener tales conocimientos, pero se las había arreglado como había podido.

Dejó caer todo su peso sobre el lecho y se quedó unos instantes, mirando el techo. Se preguntó cuánto tiempo habría dormido… tal vez solo horas… tal vez días… ¿Sería capaz de recuperar los días perdidos luego? ¿Cómo había sido tan tonta de dejarse herir? “No te culpes, esas cosas pasan” se dijo para darse ánimos, más no estaba ella muy contenta.

- Espero que al menos ganaran la batalla –dijo murmurando.

- ¡Oh! La ganaron… no tenéis que preocuparos por eso. Vuestro ejército de ents llegó a tiempo y ayudaron mucho. Y… me alegra ver que ya habéis despertado señorita. ¿Cómo os encontráis esta mañana? –dijo la curandera, que acababa de entrar.

- ¿Cuánto tiempo hace que estoy aquí?

- Hoy hará tres días señorita. Os trajeron muy malherida.

- ¡¿Tres días?! Pero… eso es… yo… ¡tengo que irme! –dijo de repente, intentando levantarse de nuevo. Un dolor atroz en el costado la paró en seco.

- ¡Alto señorita! O no podréis dejar esta cama en una semana.

- Pero… yo…

- Pero vos nada señorita… y… vamos a ver su herida.

La curandera destapó la herida de Elêth para hacerle una cura, y cambiarle las gasas tras lavarlas y aplicarles nuevos ungüentos. Durante todo el proceso, Elêth, curiosa, estuvo mirando cómo la curandera trabajaba. Pronto se arrepintió de ello, al quedar la herida al descubierto sintió como los aromas de los ungüentos llegaban hasta ella y, entre eso, la visión de la herida, y la fiebre que ésta le provocaba, se sintió caer desmayada sobre el lecho, viendo heridas por todas partes.

- ¡Mamá, mamá! ¿Qué le ha pasado a papá? –preguntó una niñita que no contaba ni con cinco inviernos.

- Nada hija, solo es una herida –contestó su madre, con una sonrisa que reconfortó a la pequeña.

- Pero se va a curar, ¿no?

- Claro que sí cariño. Hace falta mucho más que una flecha para acabar con la vida de tu padre –dijo éste a su vez, mientras alargaba la mano a la pequeña, que fue hacia él corriendo.

En aquel entonces su padre se había recuperado pronto de la herida. Y Elêth había decidido que éste era imposible de matar. ¡Qué equivocada estaba! Pero… era la primera vez que veía una herida… ni siquiera era consciente de lo que era… solo preguntaba lo que había escuchado decir por el pueblo…

Ante el recuerdo, aun soñando y bajo los efectos de la fiebre, entre sus incómodos movimientos Elêth sintió cómo una pequeña lágrima recorría su mejilla. Un nuevo recuerdo había llegado a su mente.

Era principios de invierno. Sus padres tenían trabajo y sus hermanos, mayores que ella, ayudaban a los mayores. Ella, que contaba solo con 5 años recién cumplidos, fue enviada con sus familiares del bosque, para pasar la tarde. Fue una tarde perfecta. Realmente adoraba estar con los elfos… en aquél entonces pensaba que jamás se cansaría de estar con tan hermosa gente, que siempre tenía tantas historias para contar. Pasó una tarde como nunca, y al anochecer, acompañada por su tatarabuelo, fue corriendo, con los brazos llenos de flores y juguetes hechos con ramas y troncos, hasta casa para enseñar a sus padres todo lo que había hecho durante su estancia en el bosque. Llevaba entre brazos también un pequeño arco y varias flechas bastante mal hechas, que había hecho son sus pequeñas manitas, y con las que pensaba demostrar a sus hermanos que era tan buena con el arco como ellos, mas lo que le esperaba en casa no eran las alegres palabras de su madre, la cariñosa mirada de su padre, ni los fantásticos reproches de sus hermanos. Lo que le esperaba en su casa era un mar de sangre… una verdadera masacre… Celeval iba delante, pero no consiguió evitar las imágenes a la pequeña. Emocionada ante el hecho de volver a casa, a pesar de no haber pasado ni un día fuera, la pequeña se adentró corriendo en la pequeña cabaña de madera y se detuvo en seco. Sus padres yacían en el suelo con los cuerpos llenos de heridas, ni siquiera habría alcanzado a reconocerlos de no ser por sus ropas. Sus dos hermanos mayores estaban en el pequeño jardín trasero… mas sus cuerpos sin vida ya no lo cuidaban y sus caras, llenas de temor, aterrorizaron a la pequeña tan pronto como los vio. De su hermana no había ni rastro, pero no era difícil deducir que había corrido una suerte similar, ni siquiera para la pequeña. Impotente ante algo que no lograba entender, se dedicó a zarandear los cuerpos, esperando que despertaran de su extraño sueño. Abrazó llorosa a su madre, y estuvo a punto de darle un beso, como hacía cada mañana, mas el semblante sereno, los ojos abiertos… la frialdad de su rostro, sentido cuando sus labios se posaron sobre la mejilla de la mujer, aterrorizaron a la pequeña que, incapaz de comprender, incapaz de reaccionar, se sentó en un rinconcito a llorar amargamente. Celeval apareció segundos después. Nunca explicó a la pequeña nada, ese era su pequeño secreto. Nunca dijo cual había sido la causa de la muerte de su familia. Nunca explicó por qué había tardado tanto en aparecer… nunca le dijo por qué no la consoló cuando la encontró llorando en un rincón. El ancestral elfo se limitó a coger de la mano a la pequeña para llevarla de nuevo al bosque. La instaló entre los árboles que usaba de casa, le dio comida, un techo y la cuidó como si fuera su propia hija, pero nunca le explicó nada sobre sus padres. A menudo hablaban sobre ellos y sobre como era todo cuando vivían, pero el tema de su muerte era tabú, así como también lo era nombrar que el cuerpo de su hermana jamás había aparecido.

Elêth se movió intranquila al recordar tales hechos. Hacía años que ya no soñaba con ellos. Sabía que estaba soñando, sabía que solo era un maldito sueño que no tardaría en pasar; pero aun así se sintió desprotegida, y se abrazó, tapándose más con la manta que la cubría. Intentó despejar de su mente el recuerdo, pero de un modo u otro volvía a ella. Desde un ángulo u otro ella veía imágenes ya guardadas en su mente desde aquel día, o su fiebre se preocupaba por crearle algunas nuevas, pero el recuerdo no desaparecía. La atormentaba, y empezó a sudar, asustada de no poder guardarlo bajo llave de nuevo nunca más. Era reacia a abrir los ojos, pues era consciente de que debía descansar, y si abría los ojos ya no los podría cerrar. Los cerró con más fuerza, y dejó la mente en blanco, esperando no soñar. De nuevo el sueño volvió. Se vio a ella, con 5 años de edad recorriendo los bosques presta, para volver a casa. Se giró para llamar a su tatarabuelo pero no vio a nadie, sin darle importancia siguió corriendo. Aun soñando, era consciente de lo que iba a pasar. Aun dormida sabía que llegaría a casa y vería a sus familiares sin vida. Se resistía a volver a soñar lo mismo una vez más, pero no podía alterar el sueño, cuando el sueño paraba, por su conciencia, respiraba más tranquila; pero en cuanto se despistaba un poco continuaba por el lugar en que lo había dejado. Siguió corriendo hasta la casa, y entró sin más, como cada vez. Sin embargo, esta vez, al mirar los cuerpos sin vida de sus padres y hermanos, no vio la cara que tocaba. La cara de Celeval la miraba desde el cuerpo de su padre. Una cara sin vida de Celeval le devolvía la mirada des del semblante tranquilo que debiera ser de su madre. Dos Celeval aterrorizados se encontraban en el jardín cuando ella entró. Se aterrorizó. No podía ser. ¡No podía perder a su tatarabuelo tras haber perdido a su familia! ¡Eso sí que no podría soportarlo! “es un sueño” se dijo a si misma. “Solo es un sueño, despertarás y todo será igual. Si lo sigues, seguro que tiene el mismo final de siempre” la Elêth de 5 años se sentó en el mismo rincón de siempre y esperó. Y esperó y esperó. Y pasó lo que para ella fue una eternidad. Pero Celeval no llegó. No le quedaban lágrimas, pero aun así lloraba. Y lloraba porqué ya no era la Elêth de cinco años que estaba dentro de un sueño. De nuevo era ella, quien debiera estar dormida, que estaba consciente. Sin embargo, en esos momentos no se había dado cuenta de que el sueño no era más que eso. Despertó llorando, y se incorporó a pesar del dolor de la herida. Entonces cayó en la cuenta de que todo había sido un sueño. Pero aun así ella debía asegurarse de eso. Abrió los ojos dispuesta a levantarse, pero lo que vio le hizo creer que de nuevo soñaba.

- Me dijeron que estabas herida. No pude resistirme a una visita –su tatarabuelo le sonreía desde una silla cercana a su lecho. Sintió que la invadía una alegría jamás comparable con otras. –Estabas dormida y no quise despertarte. Pero veo que tenías una pesadilla.

- No fue nada –dijo la joven llorando todavía, mientras se frotaba los ojos. –La fiebre… es lo que suele tener. Pero estoy bien. Deberías irte ya…

- Tranquila. Me iré tan pronto como estés bien.

Elêth asintió, contenta de tener a Celeval cerca entre tanta pesadilla. Se sentía segura sabiendo que su cuidador estaba cerca, aunque también triste ante la certeza de que tras su cura de nuevo tendría que decirle adiós.

2 comentarios:

Malfuin dijo...

Bueno, parece lógico que las pusieras las dos, no se habría entendido si no hubiesen estado juntas.

La parte que más me ha gustado es la de la historia de vida al fin, bueno... Era trágico y esas cosas, pero estaba muy bien hecho. Aunque al final se volvía un poco confuso. En fin están genial ^^

Saludos! :3

..Lau.. dijo...

Son muy largas y estoy cansada, esper o que me perdones que de momento no me las lea... jeje Además, siempre puedes contármelas :D

¿Me las vas a contar como un cuento, tipris? :D